El vertiginoso desarrollo tecnológico exige una respuesta ágil y efectiva por parte de la sociedad. El dilema de Collingridge expone la dificultad de regular las nuevas tecnologías a medida que maduran. Este artículo propone un enfoque de gobernanza experimental para abordar este desafío, fomentando la confianza, la colaboración y la responsabilidad entre las partes interesadas.

El desarrollo tecnológico es un proceso dinámico que presenta un desafío particular para la sociedad: la dificultad de regular y controlar las nuevas tecnologías a medida que evolucionan. En las primeras etapas de su desarrollo, las consecuencias de estas tecnologías son difíciles de predecir. Sin embargo, con el tiempo, sus efectos en las personas, las sociedades y las decisiones relacionadas con su desarrollo se vuelven más evidentes. Lamentablemente, en esta etapa avanzada, la capacidad de regular y controlar la tecnología se ve limitada por las estructuras, aplicaciones y enfoques ya establecidos. Cambiar el curso de la tecnología en este punto se vuelve más difícil, lento y costoso.



El dilema de Collingridge:

 

El dilema de Collingridge, planteado por David Collingridge en 1980, describe este problema de ritmo entre el desarrollo tecnológico y la capacidad de la sociedad para gobernarlo. La falta de información y el carácter irreversible de algunas decisiones tecnológicas dificultan la acción regulatoria efectiva.

El desarrollo de Internet es un ejemplo clásico del dilema de Collingridge. Inicialmente concebida como una herramienta para la descentralización y la democratización de la información, Internet ha sido utilizada por actores malintencionados para erosionar las libertades y la privacidad. Las criptomonedas y la tecnología blockchain son ejemplos más recientes de tecnologías que, aunque ofrecen un gran potencial, también generan incertidumbre sobre sus impactos a largo plazo.



La falta de una gobernanza efectiva puede tener graves consecuencias. Las tecnologías pueden generar efectos sociales negativos, como la desinformación, la discriminación o la concentración de poder. Además, la falta de claridad regulatoria puede crear un entorno de inversión e innovación inestable y volátil.

Solución: la gobernanza experimental:

 

Para abordar el dilema de Collingridge, se propone un enfoque de gobernanza experimental. Este enfoque se basa en la idea de que la interacción temprana y constante entre los desarrolladores de tecnología, los responsables políticos, los ciudadanos y otros actores sociales puede ayudar a identificar y mitigar los riesgos potenciales de las nuevas tecnologías.

 

Características de la gobernanza experimental



  • Iteración y evaluación: La tecnología y su gobernanza deben ser objeto de evaluación y mejora continua. Se debe fomentar la experimentación controlada para probar y evaluar nuevas tecnologías antes de su implementación a gran escala.
  • Colaboración: Debe fomentarse la participación significativa de las partes interesadas relevantes en el proceso de toma de decisiones. Esto incluye a los desarrolladores de tecnología, los responsables políticos, los ciudadanos, las empresas, la academia y las organizaciones de la sociedad civil.
  • Apertura y transparencia: Los procesos de desarrollo y regulación de la tecnología deben ser abiertos y transparentes. La información sobre las nuevas tecnologías, sus riesgos potenciales y sus beneficios debe ser accesible a todos.
  • Rendición de cuentas: Los responsables del desarrollo y la gestión de la tecnología deben ser responsables de sus decisiones ante las partes interesadas. Deben establecerse mecanismos para asegurar la transparencia y la rendición de cuentas.

 

Beneficios de la gobernanza experimental

  • Mayor confianza: La participación de las partes interesadas en la toma de decisiones puede generar mayor confianza en la tecnología y sus responsables.
  • Innovación responsable: La experimentación permite probar y evaluar nuevas tecnologías antes de su implementación a gran escala, lo que reduce el riesgo de consecuencias negativas.
  • Equidad e inclusión: La participación de diversos actores sociales puede ayudar a garantizar que la tecnología beneficie a todos y no solo a unos pocos.
  • Flexibilidad y adaptabilidad: La gobernanza experimental permite adaptar la regulación a las características específicas de cada tecnología y a su evolución en el tiempo.

 

El dilema de Collingridge es un desafío complejo que requiere soluciones innovadoras. La gobernanza experimental ofrece un enfoque proactivo para abordar este problema, fomentando la confianza, la colaboración y la responsabilidad en el desarrollo y la gestión de las nuevas tecnologías. Este enfoque es esencial para asegurar que la innovación tecnológica se traduzca en beneficios tangibles para la sociedad en su conjunto.

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