Cada vez es más angosta la ventana de tiempo en la que estamos obligados a actuar. Esto exige mayor agilidad en la toma de decisiones sin perder efectividad ni acierto.

La Internet y las diferentes tecnologías de comunicación y de informática relacionadas con ella han generado un desarrollo que solo ha sido posible por su existencia. Este mismo desarrollo también ha tenido efecto en múltiples variables, entre ellas la velocidad con la que requerimos hacer las cosas, tomar decisiones y actuar.

Simplificando mucho, pero sin perder fondo, la Internet es un medio de comunicación, multidireccional, multimedial, y ubicuo. La comunicación se puede establecer de uno a uno, uno a muchos, o muchos a muchos. Permite el manejo de voz, video, textos, fotos, y cualquier medio que aparezca, además de estar disponible desde casi cualquier tamaño de dispositivo.



Las decisiones por lo general debemos tomarlas con base en información, la información que se tenga disponible en el momento de tomar dicha decisión. Las tecnologías de Internet bien aplicadas permiten que tengamos la mayor información disponible a la hora de tomar decisiones, generando mejores conclusiones y resultados, o por lo menos más oportunos.

Esta disponibilidad también ha generado un aumento en la velocidad con la que debemos reaccionar ante la información recibida. Se acortan las ventanas de tiempo para analizar, tomar decisiones y actuar. Y las tecnologías de Internet que están ya en boga, y las que vienen en camino no presentan elementos que permitan predecir que estas ventanas de tiempo se aumentarán, sino por el contrario, tienden cada vez a ser más angostas.

La velocidad con la que se puede difundir una información, verdadera, falsa, tendenciosa o dirigida, es impresionante. Por esta misma velocidad, ciertos medios hay pecado en el afán de transmitir algo, para precisamente aprovechar esa angosta ventana de tiempo para dar la chiva, entregando información incompleta o sin confirmar. Por otro lado, todos queremos estar informados a la mayor brevedad, y en el afán de estar informados, estamos evaluando la información que recibimos con base en la confianza que tenemos en quien nos la transmite, creemos más en los conocidos y amigos por sus habilidades y competencias ya probadas, que en los medios tradicionales.

Las redes sociales han permitido entonces que la información se disemine como pólvora. Esto es solo un hecho, no es ni bueno ni malo en sí mismo, sino en cómo se aborde este hecho.



Desde el punto de vista de los medios de comunicación, deberán hacer un esfuerzo monumental para validar la información con medios tradicionales y hasta aplicarle los nuevos medios, antes de publicarla. No se pueden dar el “lujo” de dar al traste con una reputación de seriedad o exactitud labrada por años. Y deberán balancear esta necesidad de exactitud con la velocidad y premura con la que se debe comunicar para no estar “trasnochados” con la noticia.

Desde el punto de vista de quienes consumimos información, también esperamos lo mismo, que nos entreguen información veraz, en forma inmediata. Y recurriremos al medio que nos la proporcione.

Esto está afectando también el ámbito empresarial. En las empresas todavía encuentra uno empleados que no saben de nuevos productos lanzados por sus empresas. En la calle terminan enterándose antes, y difundiendo las noticias. Adicionalmente entre usuarios se riega como pólvora, por el efecto de boca a boca, o clic a clic, cualquier noticia, teniendo prelación por las picantes, las malas, las que levanten roncha, las que causen asombro. Las buenas noticias nunca han tenido ese brillo.

Adicionalmente, la ventana de tiempo durante la cual esa ES la noticia, también se ha acortado. Estamos tan provistos de información que antes lo que daba tema para una semana, ahora lo da para unos pocos minutos. Basta mirar la velocidad con la cual se van incluyendo entradas en un blog, o en un perfil de Facebook, o en las cadenas de Twitter para darnos cuenta que se suple la necesidad de informar y comunicar, y de estar informados. Pero hay que saber aprovechar esos quince minutos de “fama” antes que la siguiente noticia la desplace.

Hay que hacer cambios drásticos en los canales de comunicación tradicionales para seguir siendo rector de sus propios mensajes. Las ventanas de tiempo son cada vez más angostas.

 

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